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El día que llegué a la gran Catedral de Santiago mi vida cambió irrevocablemente

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Inma Tamayo

John ha tenido la generosidad de compartir con los diocesanos de Santiago su testimonio, publicado en la revista diocesana: 'Barca de Santiago'. Ahora lo compartimos con todos vosotros. ¡Gracias John! 

Toda mi vida he colaborado activamente con la Iglesia. Además de recibir los sacramentos, he sido monaguillo en mi parroquia en Glasgow (Escocia) cuando era joven. Mi profesor de piano era el organista en la iglesia local y, cuando mis piernas fueron lo suficientemente largas para alcanzar los pedales del órgano, me introdujo en la música litúrgica. Éste fue el inicio de una vida dedicada al servicio litúrgico y a la música religiosa. He tocado toda mi vida. En los últimos años he vivido en Londres, y solía tocar en misa todos los días de la semana en la parroquia de Sta. María en Clapham, de la Orden de los Redentoristas. Actualmente resido la mayor parte del año en Santiago, y toco el órgano en la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en A Coruña, también de los Redentoristas. Me siento como en casa, realmente.

Pero… nos podríamos preguntar, ¿qué hace un escocés que ha residido en Londres durante muchos años viviendo ahora en Santiago?  La respuesta está en la peregrinación a Santiago de Compostela.

Había ido a Sevilla durante muchos veranos para tocar el órgano de la iglesia de San José en el barrio de Santa Cruz. Nunca había escuchado hablar de la peregrinación a Santiago. Mi idea de la peregrinación consistía hasta entonces en un grupo de mujeres de la parroquia viajando en autobús y rezando el rosario todo el viaje hasta Lourdes… y vuelta a casa. Pero me quedaba por aprender que una peregrinación es mucho más que eso, y que hay una peregrinación que cada uno de nosotros puede hacer. Uno de mis amigos me habló de que su mujer  había recorrido el Camino Francés hasta la Tumba del Apóstol Santiago. Me sentí intrigado y pronto descubrí que había muchas rutas que conducían a Santiago, incluida una que partía desde mi amada Sevilla.

El día 1 de enero de 2006, tal y como tenía costumbre, toqué en todas las misas celebradas en la gran festividad de Nuestra Señora, Madre de Dios. Al día siguiente, 2 de enero, comenzaba desde allí, justo con el alba, una peregrinación a Santiago. Fue una experiencia solitaria. No encontré a ningún otro peregrino durante las tres primeras semanas. Tuve ampollas, me dolían todos los huesos del cuerpo, y aún así la belleza de España y la amabilidad de las gentes locales, junto al deseo personal de seguir las flechas amarillas, me impulsaban a seguir kilómetro a kilómetro. Con cada pisada que daban mis pies, las cuestiones mundanas se alejaban de mí. El ritmo del caminar diario se convirtió en meditación y, a medida que mi mente se vaciaba, me encontré llevando a cabo oración tranquila y contemplación con un sentido de Dios que nunca antes había experimentado. Dios estaba presente en los largos y extensos caminos de la Meseta. Él estaba presente en las sonrisas de los agricultores, en la imagen de un lejano pastor, en el contacto con la gente de cada lugar que me pedían que abrazara a Santiago en su nombre.

El día que llegué a la gran Catedral de Santiago mi vida cambió irrevocablemente. Contemplé esta iglesia de peregrinos con todo su esplendor. Los peregrinos sentados sobre sus mochilas y en el suelo. La procesión de sacerdotes se dirigía al altar y a algunos podían vérseles sus botas de peregrino debajo del alba. Pero, con una voz y con corazones llenos de gratitud, todos entonábamos el “Laudate Dominum, omnes gentes”. Todos alabábamos al Señor. Me sentí inspirado y supe que allí era donde yo quería estar.

Comencé a caminar otras rutas a Santiago, a escribir guías, e incluso guías espirituales que acompañasen al peregrino. Empecé a colaborar como voluntario en la Oficina del Peregrino. Y mientras que en mi carrera profesional sólo escribía informes de dirección, empecé a escribir sobre el Camino y a publicar historias en mi blog. Todavía estoy sorprendido de que 200.000 personas las hayan leído.

El año pasado empecé a planear un servicio de voluntariado llamado “Servicio de Bienvenida de los Amigos”. Consistía en traer a Santiago a antiguos peregrinos, para que prestaran un servicio de voluntariado en la ciudad dando la bienvenida a todos los peregrinos que llegaban y para proporcionar una mejor asistencia a los peregrinos de habla inglesa. La idea subyacente era “peregrinos ayudando a otros peregrinos”.

Ahora vivo en Santiago la mayor parte del año. Todavía hago peregrinaciones a pie cuando tengo la posibilidad de llevarlas a cabo. Y, de esta forma, caminar se ha convertido para mí en un acto de oración.
John

One Response so far.

  1. John is my hero!

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