Conocimos
a Ángel en noviembre, en el encuentro de formación para hospitaleros de la ACC,
él era uno de los hospitaleros del Albergue de las Carbajalas de León.
Aprovechamos para hacerle una entrevista para que pudiera compartir con todos
el porqué de ser hospitalero
Hice
el Camino de Santiago en el 2010, Año Santo. Salí desde Saint
Jean Pied de Port, me decían que no sería capaz porque yo tengo toda la cadera soldada
a la columna. Empecé a entrenar seis meses antes, primero sin peso y después
con una mochila a la que fui añadiendo poco a poco peso hasta llegar a los 7
kilos que pesaba mi mochila. Y lo hice, fui capaz, llegué a Santiago.
Yo viví siempre en Santiago al lado de la Catedral y
cuando era niño veía pasar a aquellos peregrinos con su hábito con sus
sandalias, con la piel curtida y aquellas barbas y melenas largas, de no habérselas
cortado hacía tiempo, y aquella mirada profunda. Siempre me dije, algún día lo
he de hacer.
Fue el año de mi jubilación cuando dije: “éste es el año en que lo voy a hacer y decidí hacerlo”.
Durante el Camino yo asistía siempre a las Misas de peregrinos
en todas las etapas. En la etapa de O Cebreiro a Triacastela, en un día de un
fortísimo temporal, yo empecé a andar, mis compañeros decidieron ir por la
carretera pero yo decidí meterme por el Camino. Cuando estaba en el medio del
monte no veía ni a dos metros, soplaba viento, caiga mucha agua, hacía bastante frío y en aquel momento empecé a rezar y conforme iba rezando, el miedo que
tenía despareció completamente. Cada vez mis pasos eran más firmes hasta que
llegué a alcanzar a los grupos que habían salido antes.
Al llegar a Santiago confesé y el canónigo que me
atendió me dijo: “No dejes pasar lo que has vivido porque a ti se te han
abierto los ojos”. Desde ese momento pensé ¡que mejor cosa que servir los
peregrinos!
El primer año estuve en Estella. La experiencia me
marcó mucho allí nacieron grandes amistades. El año pasado me invitaron a venir
a León, al albergue de las Carbajalas y éste año he repetido.
Me gusta mucho el albergue pequeño donde hay una
convivencia mayor con el peregrino, la atención es más cercana, muchas veces te
conviertes en el amigo y en el confesor, porque uno ha sido peregrino, sabes lo
que está necesitando el peregrino.
He sido siempre una persona religiosa, monaguillo en
San Francisco, pertenecí al movimiento juvenil de los franciscanos, aunque fui
dejando todo aquello podría decirse que era un “creyente poco practicante” pero
desde aquel Camino me marcó y avivó mi relación con Dios. Una vez al mes me
acerco a la Catedral de Santiago y allí me voy a la capilla del Santísimo, es
una promesa que hice y que cumplo porque recibo los beneficios de estar con Él.
El Camino te hace ser mejor persona, más humilde.
Aprendes a respetar a escuchar. Te hace un nuevo ser.
A todos los peregrinos que hacen el Camino y que vivan
la misma experiencia que he vivido yo, es decir, que sientan que se las ha
abierto los ojos, les digo: lo mejor es servir en lugar de ser servidos y qué
mejor opción que ser hospitaleros.
Ángel,
hospitalero en los Albergue de ACC