En el caminar hacia Santiago también, poco a poco, uno va haciendo un camino interior. En la relación con uno mismo, con los compañeros de camino y con Dios se van descubriendo las luces y sombras del camino que al final resultan ser las de la propia vida. Se convierte así el camino a la vez en una imagen de la propia vida y en un aprendizaje para ella.
Nuestra vida de oración tiene también mucho de peregrinar y de camino: Tenemos las flechas amarillas que nos indican el camino. Son aquellos que caminaron delante de nosotros y nos enseñan cómo hacer oración, nos abren la mirada, nos van mostrando cómo es Dios...
Nuestra vida de oración tiene también mucho de peregrinar y de camino: Tenemos las flechas amarillas que nos indican el camino. Son aquellos que caminaron delante de nosotros y nos enseñan cómo hacer oración, nos abren la mirada, nos van mostrando cómo es Dios...
Tenemos todo tipo de paisajes. Días de paisajes frondosos y espectaculares en los que todo es disfrutar y parece que no cuesta nada caminar a las sombra de los árboles. Y días de paisajes secos y rectas interminables en los que parece que no avanzamos y sólo tenemos ganas de abandonar el camino.
Llevamos nuestro equipaje a cuestas, que a veces sólo es peso que nos dificulta avanzar pero que no podemos dejar en la cuneta porque sabemos que más tarde necesitaremos asearnos, comer algo, cambiarnos de ropa... También a nuestra oración llegamos con nuestra historia, nuestras preocupaciones y nuestras dudas. No podemos desprendernos de ellas porque dejaríamos de ser nosotros, pero sí tendremos que aprender a que no sean un peso sino una ayuda.
Todo menos rendirnos, Señor.
Todo menos sentarnos,
desolados, a esperar la muerte en vida,
la mediocridad, la derrota.
Es tan solo que solos no podemos...
aunque a veces creamos tener la llave,
la rienda, el timón o la energía.
Es solo que si Tú no enciendes el horizonte
caminamos en círculo hacia ninguna parte.
Es solo que si Tú no incendias
el corazón y la entraña
las piernas no saben a dónde ir.
Es solo que si Tú no lates en nosotros
falta el aliento...
...y por eso no podemos rendirnos,
que Tú no desesperas de nosotros.
José Mª Rodriguez Olaizola, sj / Fotos: Miguel Castaño